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Debe dirigir bien a su propia familia, es decir, que sus hijos les obedezca y siempre los respete. Si un hombre no sabe dirigir a su propia familia, entonces tampoco podrá cuidar de la iglesia de Dios. No debe ser nuevo creyente para que no se enorgullezca y no caiga en la misma condenación en que cayó el diablo.

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